Tras la huella del circo y el mago

Dicen que todos llevamos un niño dentro que según crecemos se esconde ahogado por las responsabilidades. Se mantiene en un segundo plano y sólo se hace visible cuando tocamos o sentimos con felicidad los recuerdos de nuestra infancia. A ella viajé hace unos días al ver las carpas del circo, mis ojos se cubrieron de nostalgia y hoy os traigo un poquito de esa mirada emocionada.

Como sabéis estoy de nuevo en Gilet para avanzar en El Collar de Sal. La previsión era trabajar con nuevos actores y personajes pero la casualidad quiso que a pocos metros de aquí se instalase un circo. Vicente, el culpable de que yo esté en este proyecto, no quiso desaprovechar la oportunidad de grabar unos previos en un escenario real y es que mi padre, en la película, es un mago que vino de gira al pueblo con el circo. Sin pensárselo mucho fue a llamar a la puerta de la familia Arriola y nuestro primer contacto fue muy positivo, la familia circense accedió amablemente a nuestra petición y nos trató con mucho cariño.
 
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El circo Arriola es un circo con una larga tradición en el que trabajan todos los miembros de la familia. El abuelo, que ejerce de conductor, encarna el papel que más me gusta ¡el de payaso! Además lo hace acompañado de sus nietos de 4 y 7 años; su hija es una equilibrista estupenda y su yerno nos mostró un espectáculo maravilloso con un caballo blanco precioso, entre otros animales; su hijo es malabarista  y su esposa, compañera incansable de fatigas, una entrañable mujer muy preocupada por hacernos sentir a gusto.

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Lo mejor de esta experiencia fue que el patriarca del clan compartiese con nosotros algunas de sus anécdotas, historias vividas a lo largo de más de 60 años de profesión. México, Cuba o Nueva York son algunos de los destinos más lejanos a los que ha llegado para hacer felices a los niños.

Entre bambalinas se sienten los nervios del directo mientras se ve al otro lado la cara de ilusión de los niños, expectantes por lo que va a acontecer. Pero los sentimientos son mucho más gratificantes cuando termina la función y se van a casa reflejando satisfacción en su rostro. Creo que eso solo es posible conseguirlo haciendo el circo desde el corazón y con honestidad y en este caso sé que es así.

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Espero que nuestras miradas se vuelvan a cruzar, quizá sea en algún otro lugar. Yo ya tengo mi maleta hecha y abandono Gilet, por el momento. Como despedida os dejo algunas de las imágenes que grabamos. ¡Espero que os gusten!

 

 

 

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